sábado, 12 de noviembre de 2011

Primer movimiento: LA NARCOSIS INVOLUNTARIA



Y fue esa noche en la que me quedé sentada en el suelo, cruzada de piernas contemplándole durante horas; ese momento en el que al levantarme noté que la sangre había decidido no alterar la narcosis de mi pie izquierdo, cuando supe que una parte de mí nunca le dejaría escapar, cuando supe que una parte de mí ya había pasado a pertenecerle de por vida.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Apaga y vámonos

El otro día, una lentilla aventurera decidió explorar el globo ocular. Intenté indagar en mi interior. No conseguí ver nada (estaba demasiado oscuro).



-Relaciona conceptos. Si un antifaz de superhéroe barato puede ser también una tetera y unas tijeras porque tiene dos agujeros, tu ojo puede ser perfectamente una linterna.

-El problema aquí, es que a mi linterna hace tiempo que se le acabaron las pilas.

jueves, 28 de abril de 2011

Que dé comienzo el combate


Damas y caballeros, niños y niñas, hormonas y hormonados…

A la izquierda del cuadrilátero, con 250 gramos de peso, el aspirante al título y antiguo discípulo de la Cordura:

¡el músculo cardiaco!

A la derecha del cuadrilátero, contra las cuatro cuerdas y con un kilo doscientos –y sin embargo sorprendentemente enclenque- , el campeón desde hace varios años, portando una máscara mexicana:

¡el órgano cerebral!

El combate se presenta en este caso bastante ajustado, hagan sus apuestas y no olviden que el ganador dependerá mucho de ellas.

De aquí saldrá el futuro soberano de sus acciones [y también de sus vidas].

martes, 5 de abril de 2011

De amor y otros platos combinados

Veinte croquetas[poemas] de york [de amor]
y una ración [canción] de meneadas [desesperada].





Y así fue cómo saqué a
Neruda de su idealista caverna de Platón [de su maldita caverna del amor].

martes, 15 de marzo de 2011

El Oráculo de Delfos

Hace unos días, mientras dejaba que las letras del papel couché jugaran al tiro al plato con mis neuronas relamiendo las páginas de ilustraciones poco Ilustradas, decidí malgastar aún más mi tiempo echándole un vistazo a la página dedicada al ancestral y actualmente mancillado arte de la adivinación.

Entre el Tarot de Alisia Galván y el mago Baki, se encontraba una pitonisa que se hacía llamar el Oráculo de Delfos.

La fotografía mostraba una esbelta mujer con los ojos como si acabara de pasar la tarde con los tíos de Trainspotting, pero ¡oye! Ponía que llevaba ayudando al ser humano desde la antigüedad y alguien experto en algo –aunque sea en generar desastres- es muy difícil de encontrar en estos días.

Despertada mi adrenalina por este descubrimiento, asaltó mi raciocinio e hizo que este se pusiera en contacto con el tal Oráculo, olvidando que la llamada al extranjero me iba a salir por un pico.

Mi conversación con la de Delfos se resume en no sé qué patrañas del destino que me están tejiendo las Parcas, que por lo visto, aunque diesen mal una puntada, seguían trenzando.

Total, ¡como el tapiz ya lo tienen vendido!...

Sin embargo, me pregunto por qué a estas alturas nadie les ha regalado “La super tejedora” y más con la fortuna que debe haber amasado el Oráculo a base de sisar desde hace milenios.

Dejados atrás mis devaneos, investigué un poco la vida de esta mujer – ahora a investigar, querido Watson, se le llama buscar en la Wikipedia-.

Y la verdad, es que no sé cómo los griegos eran capaces de guiarse por las alucinaciones producidas por los gases que serpenteaban entre los muros de un templo.

Quizá fuera porque salían de los labios de una bella mujer medio desnuda.

martes, 22 de febrero de 2011

Hervir, servir y vivir


Hierve mi sangre cuando nota que se acumula en la yugular amenazando con quemar a todo aquel que salpique.

Servir, es mi cometido. Y para ser la criada de las órdenes irracionales de mis entrañas he nacido.

Vivir, es la libertad que se me concedió de nacimiento y la autodeterminación de ser pasto de los gusanos que rebuscarán entre productos caducados, desechados por una gran cadena de supermercados llamada Destino.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Vive la révolution


Somos un cuaderno de quejas de los miembros del Tercer Estado,

la raqueta que alguien se dejó olvidada en la Sala del Juego de la Pelota,

el butrón del palacio de la Bastilla.

Un castillo asaltado y documentos reducidos a cenizas por la revuelta del Gran Miedo.

Somos los culottes olvidados por los revolucionarios más radicales,

los artesanos que construyeron la guillotina,

la sangre de la bañera de Marat

y las cabezas seccionadas por Robespierre.

Somos el número 499 del consejo de los 500 ancianos

el caballo de Napoleón Bonaparte,

el frío de Moscú y una de las bayonetas de Waterloo.

Somos el veneno envuelto en cáncer administrado en pequeñas dosis,

el réquiem de Mozart en el funeral del que fuera emperador.

Somos los hijos de la Revolución.

jueves, 20 de enero de 2011

Respiración asistida



Hoy estoy más espirada que inspirada...

Repito el proceso por si acaso se me vienen a la cabeza palabras de esas que suenan rimbombantes y quedan bien en los discursos, aunque lo que estés diciendo carezca completamente de sentido.

Inspiro y espiro...

Mi cerebro se oxigena pero las musas siguen sin acudir a mí. Seguramente estén por ahí, charlando con alguien más interesante.

Inspiro y espiro...

Mi mano coge una pluma y garabatea materia gris con moscas revoloteando alrededor. Seguramente se acaben posando atraídas por las líneas de olor que irradia.

Inspiro y espiro...suspiro

Me muerdo los labios y hago una pelota con el papel garabateado. La lanzo a una papelera imaginaria y fallo.

Inspiro y espiro...

Hago sombras chinas aprovechando el reflejo de la lamparita de mi escritorio. La paloma de la paz era devorada por un perro irónicamente más pequeño una y otra vez. Jamás aprendí a hacer más sombras chinescas que el perro y la paloma.

Inspiro y espiro...

Me rasco la cabeza y el papel se llena de pelos, dentro de poco empezaré a escupir bolas y mi casa parecerá una película del oeste, pero de las malas.

Mi conciencia me retará a duelos continuos:

Señorita, eso es un insulto. Exijo una satisfacción. ¡Le reto a un duelo!

Mis sábanas empapadas de sudor y lágrimas serán testigos de ello.

Inspiro y espiro...

Oigo dos relojes y van sincopados. Me pregunto qué pretendo hacer si hasta ellos, inventados para la precisión absoluta, van a contratiempo.

Inspiro y espiro...

Mis nervios comienza a respirar de forma entrecortada, mientras las neuronas se han decidido a no servirme hoy mi desayuno rico en ideas.

Sé que en el fondo de su axioma me tienen algo de aprecio, aunque sólo sea porque gracias a mi cráneo no están condenadas a ser sin-techo.

Inspiro y espiro...

Se me ha dormido la mano, se me ha dormido la mente y no hay quien la despierte. Mis pestañas inferiores han declarado una guerra fratricida a las superiores, y con un par de bombardeos consiguen tumbar mis párpados.

Inspiro y espiro...

Profundamente. Creo que me ha visitado Morfeo. Sueño con algo,pero no consigo recordarlo cuando me despierto.

Inspiro y espiro....

Mi creatividad se ha escapado por la ventana, y eso que hacía frío. Ha huido como todo lo demás.

Condenada a vivir a contratiempo.

Inspiro y expiro.


miércoles, 12 de enero de 2011

XI. Temerás al fuego sobre todas las cosas


Ayer volví a soñar que ardía.

Mi mundo onírico se quemaba consumido de nuevo por llamas que, como aquel día, no quisieron revelar su procedencia.

El fuego formaba ampollas en mi espalda y mi pelo servía de hilo conductor para hacer arder mi cabeza.

Sufría, sentía un dolor insoportable, pero el fuego ya había quemado mis cuerdas vocales, que se derrumbaban y chocaban entre ellas produciendo vibraciones que se mezclaban con el sonido de fondo.

El hilo musical eran los latidos de una ciudad, que poco importa si se llamaba Edén o Pandemonium. Las contracciones de un corazón que impulsaba a sus millones de ocasionales moradores a los escenarios donde cada día se veían obligados a actuar, ya estuviera el corazón aquejado de soplo o las venas padeciendo una inusual hemofilia pasajera.

Nada en la ciudad parecía arder, y sin embargo, allí estaba mi cuerpo.

Solo, ardiendo e intentando apagar las llamas con el agua salada que brotaba de los ojos.

Y en medio de las silenciosas explosiones, la ciudad seguía latiendo.