lunes, 19 de marzo de 2012

Tercer movimiento: LA EMANCIPACIÓN


Un día, el más pequeño de los pájaros decidió volar, y con el batir constante de sus frágiles alas desgastó mis cuerdas vocales y trepó por lo que quedaba de ellas hasta llegar a mi boca, que acabó por servir únicamente como una potente caja de resonancia cada vez que el pájaro quería repetir el mismo canto que ya se había convertido en el único sonido que yo era capaz de emitir: su sonido.