martes, 15 de marzo de 2011

El Oráculo de Delfos

Hace unos días, mientras dejaba que las letras del papel couché jugaran al tiro al plato con mis neuronas relamiendo las páginas de ilustraciones poco Ilustradas, decidí malgastar aún más mi tiempo echándole un vistazo a la página dedicada al ancestral y actualmente mancillado arte de la adivinación.

Entre el Tarot de Alisia Galván y el mago Baki, se encontraba una pitonisa que se hacía llamar el Oráculo de Delfos.

La fotografía mostraba una esbelta mujer con los ojos como si acabara de pasar la tarde con los tíos de Trainspotting, pero ¡oye! Ponía que llevaba ayudando al ser humano desde la antigüedad y alguien experto en algo –aunque sea en generar desastres- es muy difícil de encontrar en estos días.

Despertada mi adrenalina por este descubrimiento, asaltó mi raciocinio e hizo que este se pusiera en contacto con el tal Oráculo, olvidando que la llamada al extranjero me iba a salir por un pico.

Mi conversación con la de Delfos se resume en no sé qué patrañas del destino que me están tejiendo las Parcas, que por lo visto, aunque diesen mal una puntada, seguían trenzando.

Total, ¡como el tapiz ya lo tienen vendido!...

Sin embargo, me pregunto por qué a estas alturas nadie les ha regalado “La super tejedora” y más con la fortuna que debe haber amasado el Oráculo a base de sisar desde hace milenios.

Dejados atrás mis devaneos, investigué un poco la vida de esta mujer – ahora a investigar, querido Watson, se le llama buscar en la Wikipedia-.

Y la verdad, es que no sé cómo los griegos eran capaces de guiarse por las alucinaciones producidas por los gases que serpenteaban entre los muros de un templo.

Quizá fuera porque salían de los labios de una bella mujer medio desnuda.