sábado, 26 de mayo de 2012

Cuarto movimiento: EL AVE FÉNIX





Las yagas de mi boca dieron buena cuenta de los años que el pájaro había pasado en ella. Llegó el día en el que volvió a batir sus alas para abandonar el que había sido su hogar, con tanta fuerza, que al friccionar con la comisura de mis labios, se creó una pequeña hoguera que consumió algunas de sus plumas, y las dejó alojadas en forma de cenizas en uno de mis carrillos.

Y de aquellas cenizas, nacía cada día un nuevo pájaro, que seguía emitiendo su sonido, cuyas ondas se habían convertido en la bomba que impulsaba la sangre que mantenía vivas las pocas partes de mi cuerpo que todavía no le pertenecían.

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